ENCICLOPEDIA TERRÁQUEA V: Las mentiras se descubren
MARTES (DÍA DE MARTE)
Creo que el otro día acabé demasiado profundo el capítulo. Pero es que los costoneros tenemos una llamada "hora de pensamiento" en la que pensamos nuestros problemas, y me pilló escribiendo mi enciclopedia, así que me puse a pensar en mis cosas y me salio esa larga descripción. Hoy hablaré de las cosas de mi planeta, para no daros la vara con lo extrañas que son las vuestras.
Lo primero, como os dije, es la hora del pensamiento. Esto se debe a que a los costoneros no nos gusta no saber todo, así que en esa hora mareamos a la perdiz con algo que no comprendemos. Es tan común en mi planeta como que los creyentes vayan a misa los domingos en el vuestro.
No hay que ir al supermercado: si quieres algo, lo visualizas en tu mente y aparece ante tus ojos. Hay que fijarse muy bien en los detalles porque si no te salen cosas que son un completo disparate.
Si quieres decir algo a alguien sin que se enteren los demás, te puedes comunicar con él por telepatía.
INVENTOS: coches voladores, espadas láser, teletransporte, trajes irrompibles, zapatos con propulsión, helados que nunca se derriten...
Todos los domingos hay que tomar únicamente cosas líquidas para limpiar nuestra alma, pero desde que descubrí los donuts aquí en la Tierra me lo salto un poquito...
Si tienes hermanos pequeños, te tienes que ocupar tú de recogerles la avitacion, prepararles el desayuno, hacer que se cepillen los dientes...
En mi planeta en algunas partes hay gravedad y en otras no. En la zona en la que yo vivía había, pero si te ibas al pueblo más próximo tenías que andarte con ojo para no salir volando...
Por las noches hay 3 lunas y al menos el triple de estrellas que en el vuestro.
Puedes hacer levitar las cosas para que lleguen hasta ti, para no tener que levantarte si no te apetece. Es muy útil para los discapacitados..
Y así podría seguir hasta el fin del mundo. Hay un montón de cosas que los humanos no hacéis. Puede que por eso me haya llamado Ismael.
Me senté en el sofá e Ismael se puso a mi lado. Me miró y me preguntó:
-¿Eres costonera, verdad?
-¿Qué? ¡No! Esto...
-No mientas, Lucía. No llevas lentillas, porque nunca te las quitas. Y cuando hablas con tu madre lo haces en una lengua extraña.
-Vale, puede que tenga un color de ojos peculiar, pero no soy costonera. Y puede que me oyeras mal cuando hablaba con mi madre.
-No, no, no, no. Vamos mal. No quiero mentiras. Te he permitido que compartas piso conmigo porque confío en ti y quiero seguir haciéndolo. Ahora contesta: ¿eres costonera, sí o no?
Bajé la mirada.
-No.
-Te he visto hacer levitar objetos.
-¿Cuándo?
-Estabas leyendo un libro. Puede que no te dieras cuenta.
-Yo no... Vale...Esto...
Volví a mirar al suelo. Las pantuflas de conejito que me había comprado hacía poco me miraban con sus ojos grandes y brillantes, como apiadándose de mí. Pero Ismael me hizo mirarle a sus ojos desiguales.
-Lucía, no merece la pena seguir mintiendo. ¿Eres costonera?
-Sí -dije muy bajito.
Ismael no insitió más. Se quedó pensativo, callado, y no volvimos a dirigirnos la palabra en todo el día.
Firmado,
Z121 (o Lucía)
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ENCICLOPEDIA TERRÁQUEA IV: los trabajos de la tierra
DOMINGO
Aunque había conseguido algún dinero para pagarle el primer alquiler a Ismael, pronto me quedaría sin una peseta, así que decidí buscarme trabajo. Ismael me dijo que podía hacerme un hueco en su trabajo, pero él trabaja fabricando muebles y eso no es lo mío. Así que un día salí a buscar ofertas.
Estuve como 3 horas indagando por ahí y no encontré nada. Busqué en unos lugares muy raros llamados bancos, hospitales... pero me dijeron que no porque no sabía como era el trabajo. Eso era cierto. No sé, me imaginaba que era algo así como el Zara, pero me informé en el libro de G78 y resulta que hay que tener formación profesonal. Cuando volví a casa Ismael me preguntó si hubo suerte y le respondí que no.
Estaba frustrada. Cada vez se acercaba más el día de pagar el piso e Ismael me tendría que echar, así que para relajarme me fui a la cafetería que hay enfrente de mi edificio a tomar un café con un donut glaseado. Es una de las cosas que no hay en mi planeta y cada vez soy más adicta. Entonces miré la puerta y vi un cartelito que ponía: "se busca personal". Sabía que eso significaba que había un trabajo libre, así que me acerqué a una chica rubia que atendía un mostrador lleno de dulces.
Esa chica era todo lo opuesto a mi físicamente. Ella era rubia y de pelo liso, delgada, de una estatura normal, aunque tirando a baja y de ojos verdes. Yo en cambio tenía el pelo negro y ondulado, soy algo gordita y bastante alta y ya sabéis que, como buena costonera, tengo los ojos color violeta. Me acerqué a ella y le dije:
-Hola, quiero el puesto de camarera.
-Hola. Eso no es cosa mía, se lo tiene que decir al dueño de la cafetería.
-¿Y dónde esta ahorra?
-¿Ahorra? ¿De que planeta eres?-dijo con tono burlón.
-De Costone…ejem, de Boston, no he aprendido muy bien el idioma.
-No tienes acento inglés
-Es que... mi padre es belga. ¿Me dices dónde está el dueño?
-Sí. Tras esa puerta.
-Gracias.
No tuve que discutir mucho con el dueño, porque al parecer la gente tiene más interés en que le atiendan que en atender a los clientes. El sueldo no era una maravilla, pero tenía suficiente.
Al salir, la chica rubia me miró con aire interrogante.
-¿Qué? ¿Hubo suerte?
-Sí, consejí el trabajo.
-Me alegro de que lo consijieras. Por cierto, me llamo Julia.
-Yo soy Z121 digoo… Lucía.
-Mmmm… ¿Z121? ¿Qué escondes, Lucía?
-Nada. Absolutamente nada. De veras- dije nerviosa.
-Ya veremos... Bueno, yo ya me tengo que ir. Si quieres vamos a dar una vuelta.
-Vale.
-Por cierto, me encantan tus lentillas. ¿Dónde las compraste?
Paseamos por las calles hasta que se hizo de noche. A veces la pillaba mirándome fijamente. Mi sexto sentido me dice que no me creyó mucho, ¿pero quién le dice que vengo de otro planeta? Me tomaría por loca...
Cuando volví a mi piso compartido, Ismael estaba esperándome con un plato de sopa en la mesa.
-¿Conseguiste trabajo?
-Sí, mañana comienzo a trabajar en la cafetería Victoria.
-Mejor, porque si no te tendría que echar y no me apetece nada.
Así que mañana empiezo a trabajar... Nunca antes lo había echo y se me antoja raro y cansado, pero supongo que no hay más remedio... A ver como me va.
***********
Sigo teniendo pesadillas, pero esta vez no es solo una imagen negra. Ahora veo una habitación oscura, donde hay un espectro negro. Ese espectro se acerca... se acerca... me agarra el brazo. Intento zafarme, pero es imposible... Ya siento su aliento sobre mi piel. Estoy completamente inmovilizada. Veo sus ojos violetas, pero con un vacío en su interior, su boca de dientes negros, su capa del color de la noche. Conozco esos rasgos: es un costonero maligno. Intento gritar, pedir auxilio, pero su mano fría y rugosa me tapa la boca. Quiero morder, sacudirme, pegar una patada, pero su mirada hipnótica me impide realizar cualquier movimiento. Veo que saca su moderna pistola, que puede fulminarte de todas las maneras posibles, pero la mas cruel de todas es la modalidad "cenizas olvidadas" Te conviertes el polvo, nadie se acuerda de ti, tu voz es solo un eco olvidado que de cuando en cuando resuena en los oídos de tus seres queridos... Va a apretar el gatillo, y yo solo podré rendirme a los pies de la Parca... Entonces la puerta se abre con un estruendo y los guardianes de violeta entran violentamente en la habitación, disparando contra el espectro... sin querer rompen una ventana, no aciertan a darle al costonero maligno. El espectro coge una rabieta y me dispara... me da en el brazo y caigo semiinconsciente. Solo acierto a ver como el espectro sale por la ventana... poniendo en peligro a todos los humanos. Oigo una voz, una voz que conozco muy bien, la voz del espectro: "Margarita... Margarita..." Solo acierto a ver como un guardián violeta me coge en brazos y murmura: "Está grave..." Entonces caigo en un sueño profundo, pero tranquila, porque nada temo más que la muerte...
Firmado, Z121 (o Lucía)
SÁBADO
Cada día me resulta más interesante compartir piso con Ismael. Sabe de planetas, de libros, de música... A veces compartimos anécdotas, pero las mías no son del todo ciertas... ¡Me entristece tanto no poder contarle mi secreto! Pero hablando por Skype con mi madre (sí, los costoneros también usamos el Skype) me dijo que no me fiase de nadie. Así que estoy completamente sola. Últimamente Ismael me vigila de cerca, ¿creéis que sabe la verdad? Tendré que andarme con cuidado...
En una biblioteca alquilé un par de películas de terror para hacerme una idea de como sueñan los humanos, pero me parecieron un tremendo disparate. ¿Qué es eso de que un muñeco diabólico va por ahí matando a la gente? ¿De veras se cree la gente que unos muertos vivientes van a acabar con el mundo? ¿De qué vais? En Costoneracia tenía un par de amigos que hacían pelis de terror, pero que representaban una verdad, y os juro que daban mucho más miedo que toda esa patraña.
Dejando a un lado el tema de las pesadillas... Sigo sin comprender algunas costumbres de los humanos. Por ejemplo: sentarse durante horas a ver anuncios. ¿Qué tiene de interesante ver a una chica sonriente que te dice que limpiadores Manolo es la mejor marca? U otra cosa que hacen mucho las madres: se meten en el Zara durante horas y cuando salen no han comprado nada. O por qué las cadenas de televisión solo ponen películas malas. Decidme en los comentarios el por qué porque de tanto pensar me sale humo de las orejas.
Y ya está por hoy. Os seguiré informando.
Firmado,
Z121 (o Lucía)
VIERNES (O "DÍA DE VENUS")
Eso de "día de Venus" es porque añoro mi hogar. Me explico. Los humanos son muuuuuuy vagos. No querían malgastar segundos diciendo todo el rato "día de..." Por eso, los perezosos decidieron cambiar a los días de la semana su verdadero nombre: los acortaron y los modificaron. "Día de venus" se convirtió en "viernes". Los humanos siempre se empeñan en cambiar palabras de su idioma. Y también introducir nuevas, como slime, smombie... (No sé que significan, las he oido en la calle). Les cansa incluso llamar las cosas por su nombre. También han inventado una cosa llamada "fin de semana", que consiste en los últimos días de una semana son unos días que son "de fiesta" (aunque no sé por qué, porque no suelen montar ninguna cuando llegan estos días), y sirven para pasar el rato viendo la televisión, rascarse la nariz y dormitir (digooooo... dormitar) en el sofá.
Aunque me cueste reconocerlo, no todas las cosas que han inventado los humanos son todas relacionadas con vagancia, ni han sido vagos cuando intentaban inventar algo. Como la bombilla, los coches o la televisión. No son tan avanzados como nosotros, pero algo es algo.
Pasemos a otro tema. ¿Os acordáis de que en el planeta azul existe una cosa llamada "pagar"? Bueno, pues, como no estoy acostumbrada, me ha dado problemas. Se me medio olvidaba pagar. Pero no se me va a olvidar más. Estaba mirando pisos para compartir por unos años. Al fin encontré un apartamento en el centro de la ciudad y estaba preparada para irme. Devolví la tarjeta de mi habitación y me dirigí hacia la puerta.
- Joven- me dijo la anciana que estaba tras el mostrador-, ¿no se olvida de algo?
- No se preocupe, lo he recogido todo, no se me olvida nada. Pero gracias por su interés.
La anciana (que, según la placa que llevaba enganchada a la camisa, se llamaba Linda Martín), debió de pensar que estaba irónica y que me daría la vuelta en cualquier momento y le pagaría, pero la "joven" (esto sí que es irónico, tengo 180 años, lo que pasa es que a los costoneros no se nos nota la vejez y me echo cremas en la cara, las de Cristina Cifuentes) se fue y la anciana llamada Linda llamo a la policía, diciendo que una chica llamada Lucía se había negado a pagar su habitación de hotel. NOTA PARA COSTONEROS: la policía son unos hombres y mujeres que se dedicar a arrestar a la gente que se va del Hotel Margarita sin pagar. Algo parecido a Los Guardianes de Violeta. Y la policía arrestó a la asustada "joven" cuando estaba en un Starbucks tomándose un café latte y un dónut. Y la llevaron a una comisaría donde explicó todo, le pusieron una multa y tuvo que pagar a Linda, que la miraba como miran las madres a su hijo que se ha desgarrado los pantalones y manchado de barro en el parque.
Todo esto me escarmentó, y tuve una cosa muy curiosa... Tuve una pesadilla. En Costoneracia no tuve nunca pesadillas. Pensaba que eso era cosa de desgraciados, de infelices... Y yo no soy nada de eso. Lo investigaré...
Al día siguiente fui a ver al hombre que me iba a alquilar el piso. Era todo un personaje. Medía más dos metros. Era calvo y tenía muchas arrugas, y eso que era bastante joven, tenía 28 años. Tenía una nariz grande larga y verrugosa, y cuando estornudaba casi salía impulsado hacia el techo. Un ojo marrón, diminuto, parecía hundido en su carne, y su iris parecía que estaba hecho de plastilina. El otro, en cambio, era de color azul, y te imaginabas que se le iba a caer de un momento a otro. ¡Era de cristal! Su boca estaba retorcida y sus dientes de arriba salidos. Parecía un conejo. Era muy delgado, y parecía que en cualquier momento se podía romper a la mitad y caer al suelo roto como una figurita de cristal. Tenía una pierna más larga que otra, y la iba arrastrando por el suelo. Se llamaba Ismael Pérez, y había sido un antiguo marinero. Una vez, navegando por el océano Índico, se había recostado contra una pared del barco. Esta no era muy resistente, y se rompió, lo que le hizo caer al océano. Un tiburón pasó por ahí y le atacó, dejándole la cara hecha un cisco. Ismael me afirmó que había sido un chaval muy guapo y atractivo. No tardamos en hacernos muy amigos.
Estaba llevando mis cosas a mi cuarto cuando Ismael me dijo:
-Lucía, tienes los ojos de color violeta, como los costoneros...
Se me paró el corazón durante unos segundos.
-¿Que sabes de Costonercia? No es un planeta conocido...
- Cuando dejé de ser marinero, me dediqué a estudiar los planetas. Los miro todas las noches con mi telescopio. Así puedo ver planetas raros, que la gente no sabe ni que existen... Veo que tu también sabes de planetas. Podemos hablar de ello por la noche. Por cierto, ¿tus ojos?...
-Son lentillas- mentí, esperando que no se me notase.
-Claro, claro... No sé en que pensaba.
Espero que Ismael no sospeche. Si descubriera mi identidad, tendría que volver a Costoneracia y no podría ir de visita a la Tierra nancu (quiero decir... nunca) más.
Firmado,
Z121 (o Lucía)
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INTRODUCCIÓN PARA TERRÍCOLAS
Mucha gente da por echo que un diario lo escribe una costonera cursi que cuenta sus amores, sus desamores, lo guay que es esta chica o lo pardilla que es esta otra. Quizá tengan razón en algunos casos, pero el mío no lo es. El mío es un diario que no es cursi (¿cómo se dirá? ¿Incursi? ¿Descursi? ¿Anticursi? Aún no domino el lenguaje humano). Tampoco sé si a esto se le puede llamar diario. Es más bien una enciclopedia sobre la vida de los humanos, con mis experiencias...
Me llamo Z121. Pero ahora, como vivo en el planeta azul, me han cambiado mi precioso nombre por uno verdaderamente extravagante: Lucía. ¿Habéis oído alguna vez un nombre semejante? Yo, desde luego, no. En mi planeta a los habitantes les dan unas letras y un número por nombre (mi madre se llama Y726), y eso para mí es lo normal. El sistema para poner nombres es más sencillo que en la Tierra. Al primer bebé de un planeta le corresponde la primera letra del abecedario y el primer número: A0. Según va aumentando la población del planeta, se les pone el siguiente número: A1, A2, A3... Hasta llegar al A100. El siguiente bebé se llamara B0. Cuando ya se han puesto todas las letras del abecedario 100 veces cada una, en vez de saltar a otra letra al llegar al número 100, lo hacen en el número 200. ¿Lo pillas? Es práctico porque así no perdemos tiempo pensando nombres.
Han pasado muchas generaciones de Costoneros (el gentilicio de mi planeta, Costoneracia) hasta que yo nací. NOTA: a los extraterrestres nos soléis imaginar verdes y con tentáculos, con un montón de ojos.
Suponéis que llevamos una moderna pistola láser que hace que os convirtáis en perritos calientes. MENTIRA. Esos son los extraterrestres malignos. La mayoría de los habitantes de otros planetas son iguales a vosotros, excepto en el color del iris, que es diferente según la raza. Los costoneros lo tenemos de color violeta. Si alguien tiene un color de iris fuera de lo común, es un extraterrestre.
Igual que en la tierra, los costoneros van al colegio cuando son pequeños y luego tienen que estudiar una carrera cuando cumplen 18 años (en Costoneracia los años se miden de otra manera: una década para nosotros es un año, pero crecemos como si de verdad tuviéramos 9 años menos, no sé si me entiendes). Al llegar a los 18 años, yo tenía que elegir qué estudiar, y me dediqué a el Estudio de Planetas Extracostoneros (como Planetas extraterrestres, para que me entiendas), y había un planeta en concreto que me fascinaba: Anginosias. Decidí partir hacia allí por teletransporte (por mucho que digáis los humanos, los extraterrestres no tenemos platillos volantes. Pero tenemos coches voladores para viajar por la galaxia, pero no son muy útiles porque son demasiado lentos). Me llevé conmigo un cuaderno grande para plasmar en él mis conocimientos y un libro titulado: "Por donde hacer turismo en planetas extracostoneros", por G78
El teletransporte consiste en ponerte sobre una plataforma de piedra y decir el sitio al que quieres ir. Hay que tener mucho cuidado de que no esté rajada, porque entonces te teletransporta a sitios totalmente diferentes que al que quieres ir. Y eso me pasó a mi. No nos dimos cuenta de que estaba rajada y en vez de teletransportarme a Anginosias... ¡Me teletransportó a la Tierra!
Ahora mismo estoy encerrada en un hotel estudiando el idioma. Me ha mandado ha España, que es un país o algo así. En Costoneracia no hay paísas (¿O se dice paísos? ¿O países? No tengo ni idea), y por eso me hago un lío con este planeta. Tendré que estudiar España en vez de Anginiosas. Maldito teletransporte.
Me ha sorprendido ver que la Tierra es un planeta muy subdesarrollado.
No tienen coches voladores, ni monos metalizados que en una guerra te hacen invencible. En las tiendas de la Tierra, para llevarte algo, tienes que hacer una cosa llamada "pagar", que es dar unas cosas de metal y unos trozos de papel a cambio de algo que te es útil. En mi planeta hay tiendas de las que te puedes llevar cosas sin hacer eso de "pagar". En algunas tiendas le das objetos a cambio de la cosa que quieres obtener. Y todo el mundo vive feliz. En la tierra todos parecen unos viejos amargados.
Me llame Z121, Lucía o lo que Dios quiera (en mi planeta tenemos al Dios Abcd70, pero a diferencia de los terrícolas, nosotros podemos hablar con él para que nos solucione los problemas), tengo que iniciar mi investigación sobre este extraño planeta. Volveré a escribir cuando sepa algo...
Firmado,
Z121 (O Lucía)




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