Para mi profesora Eva. Ya tengo cuento de Caperucita personalizado para la hora de lectura... Un beso. Ángela.
CAPERUCITA DE ORO
Todos los días, Caperucita iba a casa de su abuela a llevarle platino, oro, plata y bronce, porque era dueña de una joyería y fabricaba sus propias joyas. Con oro y esmeraldas hacía anillos de boda; con plata y zafiros, hermosos pendientes; con bronce y rubíes hacía brazaletes; y con platino y diamantes fabricaba delicadas pulseras que solo se podían permitir las grandes personalidades (aunque por supuesto todas sus joyas eran caras, porque eran de calidad).
Cuando Caperucita cruzaba el bosque, aparte lobos, serpientes, boas constrictor, arañas venenosas, orugas carnívoras y todos los bichos peligrosos que te puedas imaginar, también tenía que evitar a los ladrones que había por los caminos. En esto, nuestra Caperucita envidiaba a su prima, Caperucita Roja, pues nadie iba a saquear a una niña común que lleva a su abuela un tarro de miel.
Un día, cuando Caperucita iba con los preciados materiales cruzando por un peligroso atajo, cayó en un agujero muy hondo y se torció el tobillo izquierdo. Mientras se lamentaba de su mala suerte, un ladrón entró en el hoyo y robó con facilidad la cesta de Caperucita. Cuando esta intentó defenderse, el ladrón la empujó y se hizo daño en la cabeza, cayendo en un profundo desmayo.
Se despertó horas más tarde, cuando ya era de noche y hacía frío. Estaba cansada y dolorida, pero tuvo el valor de levantarse e intentar escalar para llegar a la superficie. Por fortuna, lo consiguió. Sin verse con fuerzas para recorrer el largo trecho que había desde ese punto a su casa, fue renqueando hacia la casa de la abuela Eulogia tan deprisa como le permitía su pie malo.
Cuando la abuela abrió, Caperucita se asombró, porque nunca la había visto así. Iba en batín y con zapatillas de andar por casa, gorro de dormir y sin dentadura. Claro que tampoco se podía decir que ella estuviera muy guapa con toda la ropa y la caperuza hecha girones...
-¡Nieta!¡Caperucita! ¿Que te pasó? Estuve toda la tarde esperándote... ¡Tienes la ropa hecha un cisco! ¿Qué diablos te ha ocurrido?
Caperucita le contó a su abuela lo que había pasado a la luz de la lumbre y tomando un caldito casero.
-¡Ave María Purísima! Sabía que corrías un riesgo, pero nunca imaginé que llegaran a asaltarte de ese modo. Mira, te acompañaré a casa con tu madre y mañana te ayudaré a cazar a ese desgraciado, pero creo que ya es hora de que estés en la cama.
A la mañana siguiente se levantó temprano para ir a buscar a su abuela, quién le contó su plan. A Caperucita le pareció bien, pero el único inconveniente era que se tardaría mucho...
Pasadas dos semanas, la abuela llamó a Caperucita y las dos prepararon su trampa en el bosque.
El ladrón, que llevaba días merodeando por ahí para ver si esa niña sonrosada pasaba por allí, distinguió su característica caperuza roja. Con cautela, avanzó hasta estar detrás de ella. Estaba muy quieta, como si estuviera observando algo. Sin pensarlo siquiera, se abalanzó sobre ella dispuesto a robarle hasta el último penique, pero en ese momento... ¡Una red se le cayó encima! Intentó salir, pero le resultaba imposible. Entonces vio como una niña y su abuela se le acercaban.
-¡Grrr! ¡Me has tendido una trampa, niña de la caperuza! ¡Soltadme! ¡Socorroo!
-Te vas a quedar ahí hasta que llegue la policía- le respondió Caperucita.
-¿Como demonios me engañasteis? Esa niña claramente eras tú.
-Has caído en la trampa de la Caperucita de Oro. Creé una réplica exacta de mi nieta en este apreciado metal, le pusimos una caperuza roja y es exactamente como ella...
La policía arrestó al ladrón, que era uno de los más buscados en los últimos 10 años y, en honor a Caperucita, se instaló la Caperucita de Oro en la plaza. Y si alguna vez pasais por aquel pueblo campestre, podréis ver en la plaza una figura dorada de una niña sonriente.
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